LOS LEONES DE LA CIBELES

Todo ser para constituirse como tal necesita la mediación de un nombre; lo que no tiene nombre es inexistente.
Todo posee nombre propio, incluso los leones de La Cibeles. Se llaman Hipómenes y Atalanta; macho y hembra son y fueron, según el mito clasico recogido por Ovidio en Las Metamorfosis, varón y mujer.
Atalanta era tan veloz que sus piernas adelantaban al viento. Con esta cualidad de gacela desafiaba al oráculo que le predijo: " Huye de tener esposo. Con todo no huirás y, viva, te verás privada de ti misma".
Los varones que la pretendían se jugaban la vida en el intento: o corrían más que el tiempo, o la recompensa que les esperaba era la muerte.
Hipómenes, prendado como otros muchos de Atalanta, decidió que valía la pena arriesgar la vida por poseer algo tan hermoso. Consciente de la dificultad de la empresa elevó sus plegarias a Afrodita que, sensible a sus ruegos, le envió tres manzanas de oro que distrajeran la atención de Atalanta durante la carrera.
Atalanta dudaba ya antes de empezar; los encantos de Hipómenes desbarataron todas sus estrategias: Dudaba si ganando perdía o si, perdiendo ganaba. Y perdió...o ganó ¿?.
El único problema fue que Hipómenes olvidó agradecer la ayuda de Afrodita con algún sacrificio, como era de ley.Y Afrodita se vengó. Así lo narra Ovidio.
"Pasaban por un templo que en otro tiempo el preclaro Equión había eregido a la madre de los dioses por una promesa, oculto en el espeso bosque; la caminata les invitó a descansar. Allí invade a Hipómenes un deseo inoportuno de acostarse con Atalanta, provocado por mi divino poder.
Cerca del templo había un escondrijo de pequeña entrada parecido a una cueva, cubierto por piedra natural, sagrado por una religión antigua, adonde el sacerdote había llevado muchas imágenes de madera de dioses antiguos: entra él y profana el santuario con un pecado prohibido. Los objetos sagrados apartaron los ojos y la Madre, coronada de torres, dudó en sumergir a los culpables en las aguas estigias; el castigo le pareció leve. Por eso, amarillas melenas cubren los cuellos, los dedos se curvan en garras, los hombros se convierten en paletillas, todo el peso se carga en el pecho y con la cola barren la supereficie de la arena.
En su rostro hay ira, en vez de palabras lanzan rugidos, en vez de casas habitan en la selva y, leones temibles para los demás, muerden con sus dientes domeñados los frenos de Cibeles"
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