LOGOS
Erase que se era un anciano que todos los días en la plaza pública hablaba y hablaba de la maldad que anida en el corazón del hombre. Al principio, la curiosidad de su discurso atrapó algunos oidos ociosos, pero poco a poco la audiencia fue disminyendo hasta quedarse finalmente solo.
Él continuaba habla que te hablarás incansablemente día tras día.
Intrigado, ante tan obstinada actitud, un paisano le preguntó: - "Buen hombre, ¿porqué sigue hablando; no ve que nadie le escucha?".... a lo que el anciano respondió: - "Antes hablaba para cambiar a los otros, ahora hablo para que no me cambien a mi."
Moraleja: Interpretación libre
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