viernes, 30 de mayo de 2008

EL WENDIGO




Prendo un incienso de vainilla; para conjurar a los cuatro elementos, enciendo las velas de agua que flotan sobre el cuenco en el que duermen las conchas marinas y, me acomodo a la manera medieval en mi estrado particular, para recibir a mis pensamientos.

Cierro los ojos que menos ven y abro los del alma. Mi mente viaja. Mi cara empieza a dibujar una suave sonrisa que, poco a poco, se va transfomado en abierta carcajada al recordar esta historia....

Erase que se era un grupo de niños que asistian a un campamento de verano. El lugar era idílico: Un claro del bosque rodeado de formaciones rocosas que los lugareños denominaban las chimeneas de las hadas por el que discurría el río Gallo formando recoletas playas.

El campamento estaba formado por barracones dispuestos de manera circular en el claro del bosque....y ¿que hacía yo allí?. Fui de visita. En esa época mi trabajo consistia en organizar el papeleo del campamento que gestionaba el Ministerio de Educación. Me gustaba, me implicaba y conseguí ganarme la amistad de los monitores. Todos los años me invitaban a pasar un fin de semana con ellos en tan privilegiado lugar.

Tenían una especie de mascota imaginaria: Un wendigo...personaje que habita en el bosque según la mitología de los indios del Norte de América y Canadá. El wendigo era para los niños como los Reyes Magos. Soñaban con ser los elegidos para que una noche se hiciera visible y les llevara un regalo.

Cuando dormian los niños, los monitores se reunian para comentar las incidencias del día y pasar un rato de esparcimiento. Yo, claro, estaba también allí. En un determinado momento decidí dar un paseo para disfrutar de la noche que iluminaba provocadoramente la luna.

De pronto, a unos cien metros, diviso dos seres...no eran humanos, desde luego. Me quedé petrificada...no sabía que hacer; si salir corriendo o acercarme a ellos. Los latidos de mi corazón parecian redobles de campañas que anuncian boda. Salí corriendo a avisar a los monitores con un nudo en la garganta...¡he visto al Wendigo...está abajo, junto a los barracones!.Inmediatamente salimos todos corriendo como si fuéramos a apagar un fuego.

Mi amigo Pedro, el jefe de los monitores, les abordó con toda naturalidad tomando la palabra. Yo estaba atónita...con los ojos como platos; miraba y miraba...les escuriñaba palmo a palmo su fisonomía...porque mi razón me decía que aquello no era posible; sin embargo, no llegaba a descubrir ningún signo de simulacro. Emocionada, pensaba que estaba asistiendo a un fenómeno mágico como siempre había soñado.

Pero....súbitamente, se rompió la magia. La noche era calurosa y, uno de los "Wendigos", se quitó la careta...suponiendo que yo, claro, lo sabía. El espectáculo fue fantástico: Yo, con cara de niña que descubre que los Reyes son los padres....Pedro diciendo: "¡porqué te has quitado la careta, Petra se lo estaba creyendo!"...y los demás a punto de troncharse de risa.

Fue genial...me gustó vivirlo y descubrir que conservaba esa inocencia impropia -según dicen- de mi edad...por que lo bueno del caso es que---¡tenía 40 años!

Nunca los olvidaré. Me proporcionaron momentos muy hermosos que ya siempre serán mios.


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